miércoles, 18 de noviembre de 2015

Un documental imprescindible

Si hablamos de los vínculos que Aragón tiene con el cine, desde sus inicios a principios del siglo XX, nos vienen nombres a la cabeza, como Segundo de Chomón, Florián Rey, Luis Buñuel, CarlosSaura, J.Luis Borau o, en estos últimos años, Miguel A. Lamata, Ignacio Estaregui o Paula Ortiz. Es probable también que muchos sepan que Zaragoza fue el lugar donde se rodó la primera película española, Salida de misa de doce del Pilar (E.Gimeno, 1896) y algunos conocerán lugares de esta tierra aragonesa donde se rodaron spaghetti western en los años 60 o películas españolas como Jamón,Jamón (Bigas Luna, 1992).  Pero más allá de todo ello, existen otros nombres  que han contribuido con su trabajo y su pasión por el cine al desarrollo del séptimo arte, no sólo en Aragón sino también en la cinematografía española y que son menos conocidos. Entre ellos, destaca Eduardo Ducay (Zaragoza, 1926), productor de películas como Tristana (L.Buñuel, 1970) o  El bosque animado (J. Luis Cuerda, 1987)  y otros trabajos de publicidad para cine,  guionista y escritor así como crítico de cine. 
La zaragozana Vicky Calavia ha realizado un documental  sobre su figura y su trayectoria, Eduardo Ducay, el cine que siempre estuvo ahí, que se estrenó ayer miércoles en los cines Aragonia de Zaragoza y que contó con la presencia del propio Ducay. Vicky  ha pretendido con este trabajo reconocer y difundir la figura de este productor creativo, en cierto modo “olvidado”, tal como observa  la propia directora. En el acto de presentación del documental Vicky estuvo acompañada por Nacho Escuín, Director General de cultura del Gobierno de Aragón;  Saul Esclarín, Director General de Cultura del Ayuntamiento de Zaragoza y Pepe Quílez, Director de Aragón Televisión, tres entidades que han colaborado en la producción del proyecto.

Un trabajo riguroso, exquisitamente documentado y que, durante 55 minutos, narra el recorrido profesional a través de la voz del propio Ducay en primera persona, pero también con las voces de  directores y profesionales del cine que trabajaron con él, como Carlos Saura, Jean-Claude Carrière o Fernando Méndez- Leite  y otras voces como la historiadora (y su biógrafa) Alicia Salvador, Javier Espada o Luis Alegre. Precisamente,  tal como reconoció la directora Vicky Calavia en la presentación, Luis fue el artífice del título del documental porque “Eduardo siempre estuvo ahí”, haciendo referencia a las facetas de Ducay no solo como productor sino como activista e impulsor del cine español. 
El documental recorre cronológicamente desde su nacimiento en el Coso de Zaragoza y sin ahondar en aspectos de su vida personal,  una trayectoria que comenzó en una España de posguerra, donde la actividad cultural estaba fuertemente controlada por el régimen franquista. En ese contexto,  Ducay fue uno de los creadores del cine club Zaragoza, con tan sólo 19 años en el cine Eliseos de Zaragoza, desde donde nos relata también otros episodios de su trayectoria. 

El espectador disfruta de fragmentos de muchos trabajos de Ducay, entre los que quisiera destacar Cartas a Sanabria (1955)”, único trabajo dirigido por él  que inicialmente debía ser un documental industrial pero que, tal como explica él mismo, pretendía mostrar la realidad de una zona de la España de los 50. Lamentablemente, la mayor parte de los negativos rodados se velaron.  El zaragozano no volvió a dirigir y se dedicó desde entonces a la labor de productor, esa figura que no por menos conocida es el eje de todos los proyectos cinematográficos. Este productor tuvo además la iniciativa de partida en muchos de sus trabajos, iniciando la búsqueda del director, el elenco de actores y participando en la creación de la película. Impulsor de Movierecord, la publicidad cinematográfica y productor de películas musicales para Los Bravos o Rocío Durcal, Ducay nos describe con su sentido del humor y su discreción, como desarrolló la profesión. Finaliza su narración también discreto y tajante: ¡Y esto es todo!. Pero Vicky Calavia nos deleita con un agradable plano final, que hace caer en la cuenta al espectador de  lo sugerente que hubiese acontecido el estreno de este documental en el Cine Eliseos de Zaragoza. Pero como todos sabrán, está cerrado.
Imagen: Cine Elíseos. Archivo Gobierno de Aragón

Eduardo Ducay el cine que siempre estuvo ahí es un documental necesario que se convierte en un documento imprescindible, testigo de la la presencia aragonesa en la historia del cine español. Por ello, debemos estar agradecidos a Vicky Calavia por el trabajo realizado y por toda su labor investigadora y divulgadora de la vinculación aragonesa al cine español. 


La producción, que se presentó en la 60 Semana Internacional de Cine de Valladolid, SEMINCI, el pasado 29 de octubre,  se exhibirá en los cines Aragonia del 23 al 26 de noviembre, a las 18,30. No hay que dejar pasar la oportunidad y hay que ir a verlo

martes, 17 de noviembre de 2015

Que veinte años no es nada. FCZ


Este jueves 19 de noviembre  a las 20 horas se celebrará en los cines Aragonia el acto de inauguración del Festival de Cine de Zaragoza  y se proyectará, fuera de concurso, la película Nadie quiere la noche, de Isabel Coixet. En la planta superior del centro comercial podemos visitar, también dentro del marco del festival, la exposición Visiones del cine español, un conjunto de 35 obras (pintura, escultura y fotografía) de varios autores que interpretan con su estilo y técnica propios diversas películas españolas.

Este es uno de los diversos eventos que se llevarán a cabo en la conmemoración del vigésimo aniversario del Festival de Cine de Zaragoza. Desde 1996, lo que comenzó llamándose "Festival Nacional de Cine de Jóvenes Realizadores Ciudad de Zaragoza", ha ido creciendo y evolucionando, adaptándose a los nuevos tiempos y a las nuevas necesidades, siempre respaldado por el Ayuntamiento de Zaragoza. En aquella primera convocatoria se recibieron 85 trabajos para dos únicas categorías: cortometraje video y cortometraje cine. El cine todavía se rodaba en formato negativo con película fotográfica de 35 mm.
Cartel de la primera edición del Festival. 1996

En esta 20ª edición, donde ya sólo existe el cine digital, se han recibido 716 trabajos: cortometrajes de ficción, cortometrajes de animación, videoclips, largometrajes ópera prima, documentales, microcortometrajes. De todos ellos, 174 han sido seleccionados para optar al Premio Augusto en cada una de las categorías, que cuentan además con premio para los trabajos aragoneses en cortometraje de ficción, videoclip, documental y microcortometraje. Además, 34 obras se mostrarán fuera de concurso en la sección informativa.
Hasta el próximo 28 de Noviembre, una cuidada programación en diferentes sedes, distribuirá por la ciudad de Zaragoza proyecciones de esas 208 obras.


El Festival distinguirá con el Premio Augusto Ciudad de Zaragoza al actor Federico Luppi (Ramallo, Argentina, 1936) - además el país invitado es Argentina - y a la actriz Mercedes Sampietro (Barcelona, 1947), y entregará al actor y director Daniel Guzmán (Madrid, 1973) el Premio Augusto del corto al largo.

Los premios Augusto a los oficios de cine reconocen el trabajo del maquillador Pedro Rodríguez, bilbaíno que creció y se formó en Zaragoza y que obtuvo el premio Goya en 2011 por Balada Triste de Trompeta y 2014 por Las brujas de Zugarramurdi, ambas de Alex de la Iglesia, y al del director artístico Julio Luzán, creador de escenografías para cine, teatro y televisión, así como para los parques temáticos Dinópolis o Port Aventura.

Otros reconocimientos serán el Premio Augusto a la Entidad, para la Biblioteca Nacional por el apoyo al audiovisual, y el Premio Augusto de apoyo al cortometraje para la Universidad San Jorge y CPA Salduie.  Entre las novedades de esta edición hay que destacar el interés del festival por contar con la participación de los más jóvenes, para lo que se han creado las secciones Formación Audiovisual y Encuentros escolares, con los premios al Mejor Corto Valores Educativos para primaria y secundaria y al Mejor Corto de Alumnos de Formación Audiovisual. 

La película Ocho apellidos vascos, por su éxito en salas el pasado año, recibirá el Premio Cine Palafox, que entregará Zaragoza Urbana S.A y que es también otra de las novedades de esta edición.
También, y fuera de concurso, el jueves 26 se presentará la película Refugios, debut en el largometraje de Alejandro Cortés (Zaragoza, 1983), que es una coproducción hispano-argentina y cuyo rodaje se llevó a cabo en varias localizaciones de Aragón y en Argentina.

Otra exposición se muestra también en el Centro de Historias: La máquina del tiempo del cine aragonés, dentro de la programación de la sección informativa que incluye multitud de actividades paralelas al Festival.

Que veinte años no es nada. Y es que hace veinte años no sólo el Festival de Zaragoza comenzó su andadura, sino también los festivales de Fuentes de Ebro y La Almunia de Doña Godina. Por ese motivo, se realizará una gala conmemorativa que revela el hermanamiento de los tres festivales. El viernes 27, la Sala Luis Galve del Auditorio de Zaragoza será el escenario del espectáculo 20 años no es nada, producido por los tres festivales.



Todo un abanico de actividades de cine que en las dos próximas semanas de noviembre mitigarán los primeros fríos en la ciudad de Zaragoza. 

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Manuel Arcón. Moldeando la vida

Se expone en el Museo Pablo Gargallo de Zaragoza una retrospectiva de la obra de Manuel Arcón (Barasona (Huesca), 1928). Una escultura de inclinación humanista, con predilección por los aspectos esenciales del volumen, según la define Rafael Ordóñez Fernández. Se distribuyen en tres salas más de cuarenta piezas tanto figurativas como otras de tendencia constructivista, así como maquetas y representaciones de obras de carácter público y monumental. 



Hace dos años realicé una entrevista a Manuel Arcón con motivo de un trabajo académico. Aunque es un hombre de pocas palabras que se expresa mejor a través de sus obras, hablamos durante unas horas de lo terreno y lo divino, de sus obras y su trayectoria creativa, de su vida, en definitiva, con la sencillez que le caracteriza. Tengo un grato recuerdo de aquel día. Cuando llegué, Manuel me trataba de usted, con esa exquisita educación muestra de respeto del siglo pasado. Al finalizar la entrevista me regaló un catálogo de una de sus exposiciones con una dedicatoria que comenzaba: "A mi amiga....". A continuación publicaré parte de esa entrevista reeditada en la que se nombran muchas de las obras que forman parte de la exposición. Esta es la manera de reconocer públicamente mi agradecimiento por su generosidad y por su arte. No sin antes recomendar a los zaragozanos o aquellos que visiten la ciudad hasta el 24 de enero, que disfruten de la exposición “Las formas de la vida”. La entrada es gratuita.


Manuel Arcón nació en Barasona/Graus hace 87 años. Es uno de los escultores más prolíficos de Aragón. Sus manos han esculpido obras en madera, piedra, mármol y bronce. Imágenes figurativas, sensuales, elegantes y otras abstractas, ingeniosas y sugerentes que en diversas localidades, son testigo de su sensibilidad y destreza.  Pero él, con virtuosa sencillez, advierte al abrirme la puerta: “si yo no soy nadie importante”. Al entrar en el pequeño piso donde reside desde hace más de cincuenta años el aire pesa más que afuera. Vive sólo pues es viudo desde hace seis años. El techo de su salita está empapelado con hojas de revistas en las que aparecen obras de Picasso y otros artistas. Predomina el cubismo. Se sienta en un viejo sofá y se tapa con el faldón de una mesa camilla que tiene un brasero eléctrico encendido. Me invita también a taparme.

P: Dicen que los artistas tienen un genio “especial” o extraño, pero yo le veo muy normal…
R: Yo que sé. A lo mejor ni soy artista…
P: ¿No se considera usted un artista?
R: Yo me considero una persona normal, sin excentricidades.

Le pregunto sobre el lugar de su nacimiento, Barasona, de sí su familia era de allí. Explica que su padre era perito industrial y estaba trabajando en el pantano. En los años duros de la posguerra era difícil sobrevivir y más aún sería dedicarse al arte. Pero a Manuel le gustaba mucho dibujar y sus padres tuvieron que aceptar su ingreso en la Escuela de Artes y Oficios de Zaragoza: “No veían con buenos ojos que me dedicara a esto pero yo era muy tozudo”.

P: Y ¿cómo surgió en usted la vocación artística por la escultura?
R: Estando en la Escuela de Artes me enteré de que uno de los profesores, el escultor Félix Burriel, necesitaba un ayudante. Se lo propuse y me dijo que sí. Estuve con él, en su taller, cinco años. También estuve luego un año en Barcelona, con Enric Monjó.

Pero en su afable sencillez, Manuel no explica que en 1950 obtuvo una mención honorífica en el VIII Salón de artistas aragoneses que organizaba el Ayuntamiento de Zaragoza  y que luego ganó por oposición una beca de escultura convocada también por el Ayuntamiento, de un año de duración, que le permitía solucionar la precariedad económica del momento. Confiesa también que después de un tiempo en Barcelona, cuando volvió a Zaragoza,  ésta le resultaba casi desconocida. 
-      Es que cambio mucho la ciudad-  le digo.
-      No, no es que cambiase… a lo mejor el que había cambiado era yo - Y sonríe.   

P: ¿Recuerda usted su primer sueldo o la primera vez que le remuneraron por una de sus obras?
R: (Se ríe) Yo nunca he buscado ganar dinero. Siempre he pretendido, lo digo con sinceridad, aprender, solamente.  Cuando me trasladé a Barcelona, no fue por ganar  dinero. Monjó era un escultor muy prolífico, trabajaba mucho y nunca le pedí jornal… me conformaba con lo que él me quiso dar.
P:   Pero  luego usted tuvo su propio taller
R: Sí, en la calle Monzón. Ahora ya no lo tengo. 

Manuel cerró su taller en el año 2014, después de más de 50 años. Y aunque le sugiero que un artista no se jubila nunca, contesta, apenado, que ya no tiene fuerzas. Pero muestra orgulloso una gran llave de hierro enmarcada, que le dieron los vecinos  cuando dejó el taller, con la inscripción “Asociación Torrero-Delicias. A Manuel Arcón Pérez. Llave de la república. 2014”.  Otras placas y reconocimientos llenan también el salón. Las va mostrando tímidamente. 

Los ciudadanos somos bastante desagradecidos con las esculturas urbanas. Pasamos por delante de ellas cientos de veces, las vemos, las observamos, incluso las admiramos… y qué pocas veces sabemos o nos preguntamos quién es el autor. En bronce, mármol o piedra, varias de las esculturas que animan la ciudad de Zaragoza y otros puntos de Aragón son obra de Manuel Arcón. 

Monumento al cofrade, en la plaza del Justicia. Zaragoza.
P:  Casi al final de la Avenida San José de Zaragoza está La lavandera¿Quién fue la modelo?

R: Nadie. Yo no he tenido modelos, solo he observado mucho el naturalMucho –insiste y afirma con un movimiento de cabeza-.  Me he fijado mucho en las personas, los miembros, la anatomía…y en la cuestión de paños… Pero nunca he tenido modelos. Cuando hice una escultura de Goya para la plaza de toros…
-    Sí, Goya en el tendido- apunto.
- Sí. Pues cuando se inauguró, los periodistas me preguntaban qué modelo había usado… pues ninguno, les decía yo; no he tenido modelo nunca. A lo mejor me hubiera ayudado, no lo sé. Pero ha sido todo a base de mucha preparación y observar mucho.
Pues en esa escultura hizo usted un Goya muy serio, casi malhumorado… ¿se documentó usted sobre el carácter del pintor?
-      Sí. Tomé mucha documentación sobre todo de la iconografía que ya existía.

P: ¿Y para la escultura de Eduardo Jimeno, en la Plaza Ariño?
R: Fui a Madrid  y pude ver incluso una de sus cámaras.
P: Por cierto, ¿le gusta el cine?
R: Pues  por ejemplo, Lo que el viento se llevó, que tuvo tanto éxito, a mi me parece un “rollo macabeo”. En cambio, en aquella época, había otra película, Las zapatillas rojas, que era la antítesis: la mirada europea frente a la mirada norteamericana. Yo creo que los europeos han hecho cosas muy interesantes en cine.

Manuel no sonríe demasiado, pero tiene el gesto amable. Su voz es débil aunque saca el genio cuando habla de algo que le indigna, como las injusticias sociales o la corrupción política. Confiesa que lee poco. Ha votado siempre en todas las elecciones desde que llegó la democracia. Durante el franquismo no se sintió censurado pues dice que no se “metía en nada”.
Pudo, sobre todo gracias a los encargos de obra pública, mantenerse económicamente y seguir desarrollando su inquietud artística, investigando las formas y las materias, las técnicas y los estilos. En los años sesenta dedicó buena parte de su tiempo a la imageniería religiosa, en el taller de los Hermanos Albareda: “Arte sacro, figuras para altares”, dice.

P:¿Es usted religioso?... varias de sus obras están en Iglesias, como el Apóstol Santiago en Huesca… o en la fachada de la Basílica del Pilar, los medallones de los Papas…

R: No. No soy religioso. A misa no voy nunca. Pero hice esos trabajos muy a gusto, gracias a un canónigo que conocí. Aunque no me atreví a cultivar la amistad con él porque lo consideraba superior a mí. 

P: Es usted muy humilde, Manuel… ¿Mantiene relación con otros artistas?  ¿Qué opina de la creación de tendencias?
R: Siempre he estado en mi estudio. Hubo unos cuantos artistas que crearon una sociedad y se integraron en el Antiguo Matadero. Alberto Gómez Ascaso, entre ellos, que es amigo mío, y en su biografía me pone a mí como su maestro… 


Escultura de Gómez Ascaso. Exposición Plaza España. 2013
Y suspira como negando la última frase. 
P: Pero usted le enseñó a él y a otros...
R: Yo no he enseñado nada- dice como si hablase para el mismo, mirando hacia el suelo  mientras  ladea la cabeza y encoge los hombros. 
Le insisto con un interrogante en mi mirada y mi silencio. Y añade: "Solamente aporté mi trabajo y mi presencia. Venían a ver como trabajaba yo… se fijaban y aprendieron mirándome".

Algunas de sus obras y maquetas todavía duermen en su casa cortejadas por dibujos, cuadros de otros artistas, y también de su esposa: “Milagros Martínez, era muy habilidosa, más artista que yo. Una mujer extraordinaria”, subraya. De de sus tres hijos, solo uno vive en Zaragoza.  Los otros dos están lejos: uno en Múnich y el otro en Azerbaiyán. 
P: Aunque rodeado de sus obras… ¿Se siente solo?
R: En algún momento sí, porque el día es muy largo. Las tardes son eternas. Menos mal que con el aparato este, ese trasto (señala la televisión)
 P: ¿Y cómo se las apaña, Manuel?
R: Pues como puedo. Viene una asistente social los lunes, dos horas; pero es sólo un día. El resto de días me tengo que apañar yo. Me fallan mucho las piernas y me cuesta mucho salir a la calle.
P: Cuando vivía su esposa ¿cocinaba usted?
R: No. He tenido que aprender (risas)

Manuel se resiste a perder su independencia. Aunque reconoce que ver a sus nietos le alegra y su hijo le visita semanalmente, no le seduce la idea de irse a vivir con ellos. Prefiere seguir en su casa donde hace lo que quiere, dice: “aunque a lo mejor algunos piensan que lo tengo todo como una merienda de negros, yo estoy a gusto”.
P: ¿Cómo aceptaría que le ingresasen en una residencia?
R: Yo mal, muy mal. No me gustan las residencias. Llevamos a mi madre a una residencia y es lo que más me duele… que no me porté bien con ella; estaba alejada del cariño de los hijos. Y cuando iba a verla me caían  las lágrimas.

P: ¿Piensa usted alguna vez en la muerte?
R: De vez en cuando uno piensa… ¿Qué hay detrás de esto? ¿Y si no hay nada? Eso que dicen del paraíso… ¡que paraíso ni leches! A lo mejor no hay nada, y aquí se ha acabado todo.

Manuel añade que la vida la considera ya un poco pesada y no le gustaría vivir muchos años. Nos quedamos en silencio. Me fijo en sus manos. Pienso en cuántas esculturas habrán moldeado. Le pregunto si las tiene contabilizadas: “Muchas, muchas”. Pero no sabe la cifra.

P: Volvamos a la escultura ¿con que se siente más cómodo: barro, yeso, bronce, piedra?
R: Cada materia tiene su encanto. El barro da libertad de creación, se puede hacer y deshacer pero no se mantiene, es una materia blanda y hay que conservarlo tierno a base de agua; como empiece a abrirse un poco y entre agua por la grieta, lo corta y lo deshace. La madera tiene su encanto pero también sus intríngulis. Hay que trabajar con materiales nobles, maderas buenas. La piedra hay que trabajarla de otra forma…

P: Algunas de sus obras son abstractas, pero otras siguen una estructura cubista, como la fuente de la Plaza Sas o El Esfuerzo, en la calle Duquesa Villahermosa.
R: El esfuerzo representa un hombre musculoso y yo quería llamarle El esclavo, pero vino un político que estaba entonces en la alcaldía y dijo: “aquí, hoy en día, no hay esclavos”… “¡el esfuerzo!”, dijo. Y El esfuerzo se llamó.  La fuente de la Plaza Sas es una obra que gustó mucho y estoy muy orgulloso de ella. Tengo una réplica en el pasillo.

Señala con el dedo índice  hacia la puerta y me invita a acompañarle. Recorremos un pasillo repleto de obras, réplicas, cuadros, muebles… un museo exquisito de   piedra, madera, yeso...

También ha realizado algunos muebles, dice. Muestra orgulloso una escultura en piedra que confiesa que es una de sus obras favoritas: La familia. En la pared, llama la atención un crucifijo, con el Cristo tallado en madera. Cuando le pregunto por las obras que tiene fuera de Zaragoza va nombrando Huesca (Santiago Apóstol), Sabiñánigo (Baño de sol), Villanueva de Sigena (Miguel Servet), La Almunia de Doña Godina (San Cristóbal)... 

Señala también una réplica pequeña en madera de Canto a la vida, cuyo original está en Alcañiz . Es una obra de una enorme sensibilidad, donde el hombre eleva a la mujer, con  un toque casi divino, mirando al cielo…


P: ¿Qué opina de la emancipación de la mujer en el tiempo que usted ha vivido?
R: La mujer estaba desconsiderada pero vale tanto o más que el hombre. La mujer hay que tenerla en cuenta. Es muy inteligente.

P: ¿Cual de todas esas obras no vendería jamás?
R: Penélope…
P: ¿Cruz?
R: (Ríe). Ahora voy un poco apurado con el dinero, porque tengo una pensión miserable…y vender alguna pieza me aliviaría… pero el dinero no dura nada… y te quedas sin perras[1]  y sin obra, así que hay que ver bien las condiciones... según quien se lleva la obra puedes disponer luego de ella para una exposición…

Nos detenemos. Señala una cabeza femenina, en mármol blanco, que preside la entrada de la casa. Es Penélope, un retrato inspirado en su esposa cuando eran novios. 

P: ¿Por qué se llama Penélope?
R: Penélope fue la mujer de Ulises en la mitología griega. Él estuvo ausente durante muchos años… primero fue a la guerra de Troya y luego se perdió por el Mediterráneo…  Cuando hice esta escultura yo estaba en Barcelona y Milagros, mi mujer, aquí en Zaragoza. Por eso me inspiró...Era una mujer extraordinaria (se emociona).


P: Manuel, ¿le queda alguna asignatura pendiente que con el tiempo se esfumó?
R: ¡Uy!, tantas cosas… siempre se queda uno a medias.

En sus ojos brilla la generosidad y una extrema sencillez. Es tan modesto que le cuesta mirar a la cámara cuando le hago fotos. Posa su mano con ternura sobre Penélope y acaricia la ausencia como si estuviese moldeando el tiempo en forma de escultura invisible. Moldeando la vida.
Portada del catálogo de la exposición. 



[1] dinero en lenguaje coloquial aragonés